El día a día en una empresa es muy exigente. Entre trabajar para dar respuesta a las necesidades de los clientes de forma óptima, gestionar la propia logística interna, abastecerse del material necesario para poder ser productivo, coordinar gestiones comerciales y planificar la estrategia que definirá la hoja de ruta futura, queda poco tiempo para el resto. Cuando el día a día es tan abrumador, es complicado encontrar un momento para sentarse, reflexionar y darse cuenta de todo aquello que se ha conseguido y saborear los buenos momentos después de los baches surfeados con éxito. 

No obstante, es importante dedicar unos instantes a mirar atrás y esto es precisamente lo que desde CMB queremos hacer en este artículo de la mano de Juan Barberán, el propietario de la empresa. Queremos compartir con vosotros nuestra historia, la historia de CMB: nuestros mejores momentos y también aquellos en los que resultó complicado aguantar el temblor de piernas y seguir adelante. Todo empezó en 1986 y no ha sido nada fácil.

La cerrajería familiar fue donde empezó a gestarse todo

“Mi abuelo tenía una cerrajería para obras además de dedicarse también a herrar caballos, que era su primer oficio”. La pequeña cerrajería familiar dejó paso a una empresa que se dedicaba a fabricar maquinaria para el acabado de superficies en el sector de la madera y mueble y que, a día de hoy, es líder a nivel mundial con la segunda generación al frente. Fue precisamente en esta empresa donde Juan aprendió la mayoría de las cosas que le fueron de gran ayuda para impulsar y gestionar CMB. “Estos años fueron un aprendizaje muy valioso, incluso más que algunas de las materias que había estado estudiando”. En la empresa familiar hizo de todo, se implicó en todos los departamentos y ejerció todos los roles. Empezó ayudando a los operarios del taller que moldeaban la chapa en las máquinas plegadoras, aprendió a cortar el acero con las diferentes máquinas y herramientas, soldó el hierro, tuvo que aprender a leer planos de fabricación y, cuando ya conocía con precisión y detalle la empresa, ejerció también de comercial. Ejercer todos los papeles de la obra es el mayor aprendizaje que existe para ser un buen director y, aún así, uno corre el riesgo de en ocasiones equivocarse.

historia de CMB
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Como todos los comienzos, no fue sencillo

A Juan siempre le había llamado la atención la idea de crear máquinas, “pero tenía claro que debía ser algo que no entrara en competencia  con lo que ya se fabricaba en la empresa familiar”. Cuando volvió del servicio militar, en una reunión familiar, expuso sus ganas de emprender algo nuevo, y entre todos se creyó que sería una buena idea entrar en el sector de la maquinaria de embalaje. Y fue entonces, en 1986, cuando nació CMB (CONST. MET. JOSÉ BARBERÁN, S.A.), una empresa que dio sus primeros pasos en el pequeño taller donde en su día comenzó su abuelo Juan Barberán Borraz.

“Los comienzos fueron duros, siempre lo son”. No obstante, poder crecer e ir de la mano de la empresa familiar fue una suerte enorme. Las enseñanzas proporcionadas por su padre, José, y su tío, Jesús, fueron imprescindibles para lanzar la empresa que se acababa de crear. En su segundo año de vida, CMB ya estuvo presente en ferias internacionales como la de Hannover, la feria más importantes a nivel mundial del sector de la maquinaria para trabajar la madera, el mueble y su embalaje. “Gracias a los consejos recibidos por mi tío y mi padre, gestores de la otra empresa familiar, la expansión internacional de CMB podemos buscarla poco tiempo después de su nacimiento. “Participar en estas ferias Internacionales nos permitió crecer mucho más rápido que si nos hubiésemos limitado a visitar ferias en nuestro país y sin salir al exterior”.

Ensayo-error, una y otra vez

La primera máquina de embalar que se fabricó en CMB fue una máquina embaladora mediante film estirable, llamada ERL 30 y diseñada para embalar molduras. “Vimos una máquina en una feria que realizaba una función totalmente diferente pero nos surgió la idea de reinventarla para adecuarla a lo que creíamos necesitaban los fabricantes de molduras y perfiles y la idea funcionó de maravilla. Trabajamos muy duro para mejorar y optimizar el funcionamiento y rendimiento de aquella máquina para adecuarla a su nuevo cometido y al final resultó ser de lo mejor que se fabricaba en aquella época para el embalaje de ese tipo de productos”. 

En la década de los 90, desde CMB quisieron dar una nueva respuesta a una necesidad que aparecía en un mercado mundial en expansión ante el aumento de la demanda de muebles que obligaba a los fabricantes a incrementar producción y a reducir todo lo posible los plazos de entrega de sus productos. Aquellas empresas que tenían que embalar de forma ágil, rápida y eficiente productos de distintos tamaños no tenían con qué hacerlo de forma adecuada y rentable a la vez, ya que malgastaban grandes cantidades de film sobrante. “En esta necesidad del mercado, vimos una oportunidad y creamos un prototipo de máquina automática para el embalaje con film termorretráctil a la que llamamos COMBO”.

No salió bien… Fallaron en aquel diseño y perdieron una cantidad inmensa de dinero con aquella inversión. “Con tan mala suerte que unos italianos vieron nuestra máquina, detectaron qué fallaba y lo corrigieron”. Aún así, desde CMB, resilentes, no se rindieron y continuaron trabajando incansablemente hasta conseguirlo después de haber sufrido un varapalo económico tan importante. Lo consiguieron. Hoy en día, están orgullosos de poder afirmar que su máquina automática COMBO es probablemente  la más rápida que existe en el mercado mundial para embalar paquetes de medias y grandes dimensiones, sin necesidad de tener que cambiar las anchuras de las bobinas del film que utiliza.

Un riguroso y disciplinado trabajo que fue capaz de asombrar al exigente mercado alemán

A finales de los noventa, CMB comenzó a trabajar codo con codo con varios distribuidores y clientes alemanes. “Vieron una de nuestras máquinas en la feria de maquinaria de Valencia y les gustó”. El mercado alemán se caracteriza por su exigencia y perfeccionismo. Es un mercado con unas empresas a las que les cuesta afianzar sinergias si no es con una empresa que encaja a la perfección con sus estándares de calidad, servicio y confianza. CMB lo consiguió y tres décadas después sigue haciéndolo: lleva más de treinta años trabajando con empresas alemanas referentes en el sector de la maquinaria para la madera y el mueble, y colaborando estrechamente con el más importante distribuidor alemán a nivel mundial de este tipo de maquinaria.

De la ERL-30 a un catálogo de 6 máquinas distintas

La primera máquina que se fabricó en CMB fue la ERL-30, una máquina de la creada Serie ERL que embala en frío mediante film estirable de polietileno. Después de esta, vinieron cinco series más, tres que embalan en frío y otras tres que lo hacen con calor. Uno de los rasgos que distinguen CMB es su capacidad de adaptar todos estos modelos de máquinas a las necesidades del cliente para hacerlas todavía más funcionales y adaptadas a los productos que deben embalar. 

Los clientes que apuestan por una de las máquinas de las diferentes series ideadas y diseñadas por CMB están más que satisfechos con el rendimiento que estas les ofrecen. Las máquinas fabricadas por CMB tienen merecida fama de ser duras y fiables. Nunca te dejan en la estacada. Y no hay mejor prescripción o publicidad que un cliente satisfecho. Esto sumado a la euforia general que vivían los mercados en el período 2000-2007 hizo que hace poco en CMB todavía se recordara haber trabajado con listas de espera que en ocasiones llegaron a sobrepasar las 40 máquinas.

“Nos llamaba un cliente y le decíamos, muy a nuestro pesar,  que tendría que esperar hasta 10 y 12 meses para tener su máquina, y se esperaba. Aquello no era normal, tarde o temprano tenía que explotar”. Y así fue, con la crisis del 2008 estalló la burbuja inmobiliaria, el mercado de la construcción paró en seco y CMB tuvo que reinventarse para sobrevivir.